Tendría ocho, nueve años, cuando mi abuelo llegó con un libro para colorear. Traía superhéroes. Venía Spider-Man, del que era fanático (mitad por la serie de acción real, que era un bodrio pero me hacía alucinar igual y el resto por los monitos de la canción pegajosa), al Hombre Increíble (que me gustaba, pero no era tan fan), y otros héroes que no conocía. Uno tenia un martillo y un casco con alas. Otro, un escudo y estrella en el pecho. Recuerdo haberlos pintado con colores random. Al del escudo le tocó verde, y al del martillo, azul. Pasaría un poco más de tiempo para saber quien era cada uno, pero es el primer recuerdo que tengo de los Vengadores.
The Avengers, la copia de la Liga (como le decía equivocadamente cuando era nutrido desde Perfil), los héroes más poderosos del planeta. Al tiempo del regalo, el nuevo horario del colegio me permitiría ver los monos animados de cada héroe -por Pipiripao- y ese inquieto cabro chico se haría fanático de cada uno. El escudo de plástico de He-Man que usaba, por momentos sería el del Cap; y el chipote chillón, el Mjolnir. Así también, sabía que ambos y otros más se juntaban como los Superamigos, pero no cachaba cómo. Pasarían años antes de enterarme.
Hablar de los Vengadores es hablar en esencia de un plan de Marvel. Un plan de Lee, Kirby, y principalmente de Goodman, por robarle descaradamente el sitial que tenían en DC los héroes de la Liga. Y como funcionó. Los campeones de la Casa de las Ideas, llenos de pifias y egos encontrados, daban más caña que los perfectos y apolíneos dioses de la JLA. Discutían, no solo con palabras, sino con golpes, y todo parecían solucionarlo con un poco de ingenio y muchos, muchos combos, al revés de los titanes de la Distinguida Competencia.
Los Avengers era rudos. Al grito del Capitán América, se formaban en banda y atacaban como un ejército, sin cuartel ni tregua. Vengaban, por cierto, a la humanidad, de las terribles amenazas que nacieron desde que apareció el primer villano que los unió. En los cómics fue Loki. En el cine... también.
Ahora, hablar de la película de los Vengadores para mí no es hablar de escenas ni guiones, sino que, como antes, de un plan. Y es que por más espectaculares o graciosas que le hayan salido a Whedon las decenas de momentos para recordar, el film en sí -no debemos olvidar- es un plan a largo plazo iniciado por Marvel en el 2008, con Iron Man. Recrear un universo de ficción en diferentes películas y rematarlo con un último golpe, brutal, de color verde y gamma. Hablar de la película de Avengers es hablar de planes y recuerdos, de héroes perdidos y la esencia de lo que significa ser uno.
Porque tal como le pasó al crítico de Ratatuille, para los fans, Avengers es como el momento cuando prueba el último plato y vuelve, disparado, a la niñez: a ese fantástico lugar donde todos fuimos superhéroes. Algunos podrán haberlo olvidado. Pero los que no, los que aún alimentan a ese cabro chico, disfrutarán la película sin importar los actos ni los plot points, simplemente por ver superhéroes, juntos, como nunca antes se había hecho.
Y sabes que el plan de Marvel ha funcionado perfectamente cuando sientes a la audiencia rendirse ante Hulk, cuando gritan "ooh" y "aaah" y aplauden al final o al medio, porque sin querer están dejando pasar a ese niño. Personalmente, mi momento llegó cuando Iron Man, en medio de la batalla, hace rebotar un rayo en el escudo del Cap para echarse a unos malos. Durará, que sé yo, dos segundos. Pero ahí está, un viñeta perfecta, real, viva. Joss Whedon se encarga con talento de cada uno de los protagonistas, y aunque todo tiene estética e historia demasiado Ultimate, se agradece que mantuviera el corazón ingenuo del equipo original. Luego de cientos, miles de páginas escritas sobre cada uno de los personajes, innovar cuesta y asombrar, aún más. El creador de Buffy logra ambas en un poco más de dos horas y media.
Avengers no es una película, sino una suma inmensa de recuerdos para todos aquellos perjenios que los tuvimos. Es lisa y llanamente tener ocho o nueve años y volver, después de tanto tiempo, a sentirse invencible.
Si te gustan los superhéroes, corre, vuela al cine ahora, porque es verdad lo que dicen: por fin hemos sido vengados.
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